Foto: New York Times
Por
César Noriega
Tras casi ocho años fuera de Venezuela, encuentro un país en el que el dólar es la medida de valor de todas las cosas. En la práctica es una economía dolarizada, pero no oficialmente. “Antes de pagar, pregunta si te dan vuelto en dólares, porque no hay billetes de 1 dólar o 5 dólares”, me advierte el taxista que me lleva del aeropuerto de Maiquetía hasta Caracas. Apunta que los billetes verdes viejos, arrugados o rotos, simplemente no se aceptan y dejan de tener cualquier valor de cambio.
Pero de alguna manera la economía sigue funcionando con una masa de dólares que no llega por un acuerdo oficial con la Reserva Federal de Estados Unidos, sino de manera tan opaca como las cifras del Presupuesto Nacional que llevan años sin publicarse, ni discutirse públicamente en la Asamblea Nacional.
En algunos puntos de Caracas, un billete de 100 dólares lo intercambian por un valor de 80 dólares en billetes de a 1 dólar o de 5 dólares. Los comerciantes de mercados y ambulantes, así como transportistas están dispuestos a este tipo de intercambio. Una desvalorización de una llamada divisa fuerte que aviva la inflación y al recurso de redondear los precios hacia arriba que exprimen aún más el vapuleado ingreso del venezolano promedio.
Un país, dos sistemas, era cómo China explicaba la coexistencia de provincias continentales bajo la égida del partido único y la pluralidad política de Hong Kong, que finalmente fue conducido al redil de una autocracia sin fisuras. Pero este lema bien puede definir a la economía venezolana actual, donde la posibilidad de tener un ingreso en dólares fija tu poder adquisitivo. Es un modelo que condena a quienes solo perciben ingresos en bolívares, tales como los millones de pensionados y empleados públicos.
Para un jubilado o pensionado es como un vivir en un país distinto, en las que tus necesidades se adquieren en dólares y tus recursos están en un bolívar desvalorizado. Una contradicción que desconcierta como cuando una jubilada pregunta el precio de un servicio y la dependienta le dice el costo en dólares, a lo que la cliente con frustración exclama: “¿Pero es que no estamos en Venezuela?, ¿cuánto es en bolívares?”. Así el precio se exprese en bolívares, en todos los locales se exhibe la tasa de cambio del día del bolívar por el dólar, convirtiéndose en el termómetro que señala el precio de la mayoría de las mercancías y servicios.
La precarización de los sueldos del sector público y las pensiones es el ajuste elegido para buscar frenar la inflación y balancear las cuentas públicas. Un proceder tan ortodoxo que causaría admiración en Milei, lo que muestra que al momento de sincerar las cuentas un gobierno autocrático de izquierda puede ser tan indiferente con las consecuencias sociales de sus políticas que los demonizados políticos neoliberales.
El monto de la pensión básica se mantiene fijado en 130 bolívares, 3,6 dólares al cambio a febrero de 2024, desde marzo de 2022. El gobierno entrega mensualmente a través de los denominados bonos de Guerra Económica 25 dólares a los que perciben la pensión básica, 55 dólares a los jubilados y 60 dólares a los trabajadores del sector público. De modo, que el ingreso diario para estos tres grupos oscila entre menos de un dólar al día y poco más de dos dólares para los trabajadores públicos activos.
De acuerdo con el Banco Mundial, la línea de pobreza extrema por ingreso se ubica en 2,15 dólares diarios, según cifras de 2022. Bajo este nivel de ingresos, se contabilizan 700 millones de personas en el mundo de las cuales la mitad se localiza en el África subsahariana. Mientras que, en Venezuela, las filas de pobreza extrema en años recientes se han engrosado con profesionales, técnicos de la administración pública y en situación de retiro que solo perciban la pensión, sueldo mínimo, incluyendo el bono de Guerra Económica.
Pero se debe a la liberalización monetaria y a desistir en la política de eliminar el “dólar criminal” lo que ha permitido cierto dinamismo económico y a que las desesperantes colas para hacerse con los productos básicos sean cosa del pasado. Aunque al costo de mantener empobrecida a gran parte de la población venezolana para la que la emigración sigue rondando como única opción concreta de hacerse un mejor futuro.
Escucho que a Caracas le han invertido más dinero para embellecer algunas de sus avenidas e infraestructura pública. A la par de los pisos pulidos de las estaciones de metro que usé, está la aceptación general de que el tren se retrasa de 10 a 20 minutos, o algunos vagones oscuros. Así mismo, conviven el flamante edificio de la Galería de Arte Nacional donde se pueden admirar el Miranda en La Carraca de Santos Michelena o el emblemático retrato de Bolívar a caballo de Tito Salas, y a pocos metros yace asolado el Museo de Arte Contemporáneo Armando Reverón de Caracas, en los pisos inferiores de las anteriormente impolutas torres del Parque Central ahora un laberinto oscuro, maloliente y desolado.
Como en todo, nadie con responsabilidad en administrar recursos públicos rinde cuentas, ni tampoco se espera que algún otro poder público las exija.
De acuerdo con distintos reportes de prensa, desde finales de 2021 se constató el cierre técnico del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas con lo que se priva a Caracas de uno de sus principales centros culturales, con una colección de más de 4.000 obras algunas de maestros del arte mundial como Picasso, Monet, Soto, Carlos Cruz Díez, entre otros. A lo que se suma el robo de obras en noviembre de 2020.
Aunque todo en Venezuela pareciera hacer más difícil prosperar, ya solo persistir es una peripecia, se ven muestras de la alegría y pujanza de la población venezolana, como las risas y los bailes aprendidos de cientos de niños que participaban en un desfile previo al feriado de Carnaval o el gesto de brindarte un café en un pequeño supermercado o los venezolanos que, por una combinación de suerte y sacrificio personal, pueden disfrutar de unos días de playa en La Guaira o en la Isla de Margarita.
Aunque todo en Venezuela pareciera hacer más difícil prosperar, ya solo persistir es una peripecia, se ven muestras de la alegría y pujanza de la población venezolana...
En el trasfondo, está la brutal inasistencia del país y lo inhospitalario de un costo de vida inalcanzable para la mayoría de la población. Se escuchan historias de emergencias médicas, en las que los familiares y amigos del enfermo tienen que mover cielo y tierra para comprar los insumos para el procedimiento médico. Alguien que estuvo en esa situación se pregunta “¿adónde van los impuestos que pagamos?”, una pregunta retórica en un país donde las instituciones no rinden cuentas y más bien hostigan a quienes las piden.
...en el trasfondo, está la brutal inasistencia del país y lo inhospitalario de un costo de vida inalcanzable para la mayoría de la población.
Los docentes, los estudiantes y los padres son otros de los náufragos de la deriva socioeconómica del país. “Aquí la educación pública se acabó. A los maestros le pagan 40 dólares mensuales. Dan clases tres días a la semana por dos horas, ¿quién aprende así?”, se pregunta un taxista en Margarita. Añade que su esposa es maestra en una escuela privada donde gana 500 dólares mensuales. Tiene a su niña inscrita en ese mismo colegio privado donde la mensualidad es de 160 dólares mensuales. Con orgullo habla de la buena educación que recibe su hija con clases de inglés, talleres de arte y deportivos. Con el sacrificio de trabajar detrás del volante por 12 horas diarias para alcanzar 30 dólares diarios que le permita, junto al sueldo de su esposa, mantener a su hija de 6 años en el colegio y sostener a su hogar.
Los docentes, los estudiantes y los padres son otros de los náufragos de la deriva socioeconómica del país. “Aquí la educación pública se acabó. A los maestros le pagan 40 dólares mensuales. Dan clases tres días a la semana por dos horas, ¿quién aprende así?”, se pregunta un taxista en Margarita.
La diatriba política no es evidente en las conversaciones o en la vida pública. Los medios de comunicación masivos están autocensurados, plegados a la narrativa oficial o extinguidos como ha ocurrido con decenas de periódicos en Venezuela. Aun así, las personas con las que hablé expresaron su expectativa de que este año electoral haya un cambio político. Incluso un taxista me comentó que si no dejan inscribir a María Corina Machado como candidata igual iría a votar por un candidato que represente algo distinto a Maduro. Esperemos que la oposición actúe con sabiduría y antes de cifrar todas las esperanzas de cambio en un nombre, mantenga en su norte el proceso que nos lleve a redemocratizar y recuperar el Estado de Derecho.
Un taxista me comentó que si no dejan inscribir a María Corina Machado como candidata igual iría a votar por un candidato que represente algo distinto a Maduro.
Los destructores del país continuan en su tarea, a la destrucción de los sistemas educativo, asistencial, de seguridad social, productivo, del ambiente, suman la destrucción de las instituciones democráticas acompañada esta tarea con la represesión sistemática con el ingrediente de violación de los derechos humanos. Constituye un reto para la oposición política y para la comunidad internacional la búsqueda efectiva para restablecer la legalidad y el sistema democrático en Venezuela. Tello Benítez
ResponderEliminarSi viaja a Venezuela lleve billetes de 1, 2 y 5 $
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