
Foto de Hector Olivos
Por Ptólgo. Verónica Ramos Lemoine
Artículo tomado del trabajo de ascenso (2015)
¿Qué es la Democracia?
Al definir democracia se hace referencia más bien a tipos ideales que a modelos históricos y, en tal sentido, los casos históricos se acercarán en mayor o menor grado a una determinada definición.
Aunque existes muchas definiciones de democracia, hay consenso para definirla como un método para la constitución del gobierno y para la toma de decisiones políticas (vinculantes para toda la sociedad). Estas reglas regulan cómo llegar a la decisión, pero no los temas sobre los cuales se decide. Lo cual no implica que se puede decidir cualquier cosa sobre cualquier tema, puesto que, lógicamente, se excluye cualquier decisión que pudiese dejar sin efecto a alguna de las reglas del juego democrático.
Entre las reglas “universales de procedimiento” de las democracias destacan: (1) El máximo órgano político tiene la función legislativa y sus miembros se eligen de forma directa por el pueblo o en elecciones de segundo grado, (2) junto con este órgano deben existir otros órganos elegidos para ejercer la función ejecutiva del Estado a nivel central y en niveles locales, (3) los electores deben ser todos los ciudadanos sin discriminación económica, racial, religiosa o de ningún tipo, (4) el voto de cada elector debe ser de igual valor, (5) los electores deben poder votar según su opinión formada lo más libremente posible, (6) debe existir la posibilidad real de escoger entre distintas opciones que compitan en condiciones iguales por constituirse en representantes, (7) se aplica el principio de mayoría numérica para la elección de representantes y para la toma de decisiones, (8) ninguna decisión tomada por la mayoría puede limitar los derechos de las minorías, incluido el de la posibilidad de convertirse en mayoría en una próxima oportunidad (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991).
Esta definición de democracia como método hace referencia a lo formal o lo mínimo, pero además coinciden las distintas definiciones de democracia en que: si bien es necesario lo formal, lo es también lo sustancial. Lo sustancial o material se refiere a los fines o el contenido: el para qué, los logros.
Según MacPherson el fin último de la democracia (de cualquier tipo) es “proveer las condiciones para el pleno y libre desarrollo de las capacidades humanas esenciales de todos los miembros de la sociedad” (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991, p.452).
¿Cómo evaluamos o medimos a las democracias reales?
Puesto que democracia se refiere a este concepto ideal, medimos a las democracias que existen en la realidad comparando cuánto se acercan o alejan de este concepto.
Suelen abordarse tanto el desempeño de las democracias como los aspectos formales de las estructuras, instituciones y actores que conforman el sistema. Algunos investigadores evalúan el desempeño a través de las percepciones de los ciudadanos, otros utilizan distintos indicadores como los índices de desempleo, salud o formación de los ciudadanos.
¿Por qué promover y defender la Democracia?
Como señala Dahl, un conocido experto en la materia, éstas son las ventajas que cualquier persona, independientemente de sus creencias políticas, puede reconocer a la democracia como sistema político: (1) ayuda a prevenir gobiernos autócratas, crueles y viciosos (2) las democracias representativas modernas no libran guerras entre sí (3) los países con este tipo de gobierno tienden a ser más prósperos 4) tiende a promover el desarrollo humano en mayor grado que otras formas de gobierno. Luego continúa señalando que la mayoría de las personas (aunque no todas) también consideraría deseables las siguientes características: (5) la democracia ayuda a proteger los intereses fundamentales de los ciudadanos en conjunto (6) garantiza derechos fundamentales que otros regímenes no pueden otorgar (7) asegura una mayor cantidad de libertades personales a sus ciudadanos. Por último, presenta una serie de rasgos que algunos consideran nada deseables, pero la mayoría pensaría que sí merecen ser considerados: (8) es el único sistema que confiere la oportunidad de vivir bajo reglas elegidas por los propios gobernados (9) también es única en ofrecer a los ciudadanos la responsabilidad moral de sus decisiones y elecciones en torno a las políticas de gobierno y (10) solo en una democracia puede existir un nivel de igualdad política, relativamente alto, entre sus miembros (Dahl, 2004).
Relación entre Ciudadanía y Democracia
La democracia presupone y exige la existencia de la ciudadanía y, por lo tanto, estos conceptos están íntimamente relacionados. Los ciudadanos son quienes hacen posible la estabilidad y desarrollo de las democracias, como señala Gladys Villaroel (Villarroel y otros, 2011), una de las investigadoras más conocidas por estudiar el tema en nuestro país, y de quien tomamos la siguiente definición de ciudadanía: …una identidad cívica compartida, de alcance universal, que une a los miembros de una comunidad política con independencia de sus afiliaciones y por encima de sus diferencias, estableciendo el acceso a derechos (políticos, civiles y sociales) y responsabilidades respecto los deberes derivados de tal identidad. Los miembros de esa comunidad promueven el bienestar común y son considerados participantes activos en las instituciones políticas de la sociedad. (Villarroel y otros, 2011, p. 6) En tal sentido, el ciudadano es tal, en cuanto posee la posibilidad real de participar en el ejercicio del poder. Parafraseando a Finley: ciudadanía es el arte de alcanzar decisiones mediante discusión pública y de obedecerlas como condición para la existencia civilizada (citado por Villarroel, 2009), implica pues, tanto el gobernar como el ser gobernado, derechos y obligaciones.
Actualmente, la democracia es ampliamente aceptada como mejor forma política de organización y las críticas se enfilan, más bien, hacia el concepto de ciudadanía que incorporan los distintos modelos políticos democráticos que encontramos en la realidad. Estos parecen no estar a la altura de las expectativas de los ciudadanos de nuestros tiempos. (Benéitez, 2004) Ciudadano es pues “el miembro de una comunidad política, que disfruta de un status de iguales derechos y deberes, y decide en los diferentes espacios públicos informales y formales las condiciones de la convivencia social” (Benéitez, 2007).
Por otro lado, las creencias sobre lo que es ‘ser un buen ciudadano’ son la cristalización de la cultura política de un país, pues definen el rol que los ciudadanos piensan se espera de ellos y sus expectativas sobre el gobierno y el sistema político (Dalton citado por Villarroel y otros, 2011, p.4).
Mención aparte amerita el elemento de la participación. La participación incrementa el potencial democrático de una nación. Cabe destacar que participación y representación no son contrarios, sino más bien elementos complementarios, puesto que es imposible que todos participemos directamente en todas las decisiones en nuestras sociedades modernas actuales. En tal sentido, más que plantear que el ciudadano esté participando siempre, se trata de un ciudadano potencialmente activo: que sabe que puede hacerlo de ser necesario. Tener una cultura política participativa no quiere decir que se tenga una participación elevada sino simplemente que se considera que se puede influir en las decisiones, aunque se decida no hacerlo (Perschad, s.f.).
Referencias:
¿Qué es la Democracia?
Al definir democracia se hace referencia más bien a tipos ideales que a modelos históricos y, en tal sentido, los casos históricos se acercarán en mayor o menor grado a una determinada definición.
Aunque existes muchas definiciones de democracia, hay consenso para definirla como un método para la constitución del gobierno y para la toma de decisiones políticas (vinculantes para toda la sociedad). Estas reglas regulan cómo llegar a la decisión, pero no los temas sobre los cuales se decide. Lo cual no implica que se puede decidir cualquier cosa sobre cualquier tema, puesto que, lógicamente, se excluye cualquier decisión que pudiese dejar sin efecto a alguna de las reglas del juego democrático.
Entre las reglas “universales de procedimiento” de las democracias destacan: (1) El máximo órgano político tiene la función legislativa y sus miembros se eligen de forma directa por el pueblo o en elecciones de segundo grado, (2) junto con este órgano deben existir otros órganos elegidos para ejercer la función ejecutiva del Estado a nivel central y en niveles locales, (3) los electores deben ser todos los ciudadanos sin discriminación económica, racial, religiosa o de ningún tipo, (4) el voto de cada elector debe ser de igual valor, (5) los electores deben poder votar según su opinión formada lo más libremente posible, (6) debe existir la posibilidad real de escoger entre distintas opciones que compitan en condiciones iguales por constituirse en representantes, (7) se aplica el principio de mayoría numérica para la elección de representantes y para la toma de decisiones, (8) ninguna decisión tomada por la mayoría puede limitar los derechos de las minorías, incluido el de la posibilidad de convertirse en mayoría en una próxima oportunidad (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991).
Estas reglas regulan cómo llegar a la decisión, pero no los temas sobre los cuales se decide. Lo cual no implica que se puede decidir cualquier cosa sobre cualquier tema, puesto que, lógicamente, se excluye cualquier decisión que pudiese dejar sin efecto a alguna de las reglas del juego democrático.
Esta definición de democracia como método hace referencia a lo formal o lo mínimo, pero además coinciden las distintas definiciones de democracia en que: si bien es necesario lo formal, lo es también lo sustancial. Lo sustancial o material se refiere a los fines o el contenido: el para qué, los logros.
Según MacPherson el fin último de la democracia (de cualquier tipo) es “proveer las condiciones para el pleno y libre desarrollo de las capacidades humanas esenciales de todos los miembros de la sociedad” (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991, p.452).
¿Cómo evaluamos o medimos a las democracias reales?
Puesto que democracia se refiere a este concepto ideal, medimos a las democracias que existen en la realidad comparando cuánto se acercan o alejan de este concepto.
Suelen abordarse tanto el desempeño de las democracias como los aspectos formales de las estructuras, instituciones y actores que conforman el sistema. Algunos investigadores evalúan el desempeño a través de las percepciones de los ciudadanos, otros utilizan distintos indicadores como los índices de desempleo, salud o formación de los ciudadanos.
¿Por qué promover y defender la Democracia?
Como señala Dahl, un conocido experto en la materia, éstas son las ventajas que cualquier persona, independientemente de sus creencias políticas, puede reconocer a la democracia como sistema político: (1) ayuda a prevenir gobiernos autócratas, crueles y viciosos (2) las democracias representativas modernas no libran guerras entre sí (3) los países con este tipo de gobierno tienden a ser más prósperos 4) tiende a promover el desarrollo humano en mayor grado que otras formas de gobierno. Luego continúa señalando que la mayoría de las personas (aunque no todas) también consideraría deseables las siguientes características: (5) la democracia ayuda a proteger los intereses fundamentales de los ciudadanos en conjunto (6) garantiza derechos fundamentales que otros regímenes no pueden otorgar (7) asegura una mayor cantidad de libertades personales a sus ciudadanos. Por último, presenta una serie de rasgos que algunos consideran nada deseables, pero la mayoría pensaría que sí merecen ser considerados: (8) es el único sistema que confiere la oportunidad de vivir bajo reglas elegidas por los propios gobernados (9) también es única en ofrecer a los ciudadanos la responsabilidad moral de sus decisiones y elecciones en torno a las políticas de gobierno y (10) solo en una democracia puede existir un nivel de igualdad política, relativamente alto, entre sus miembros (Dahl, 2004).
...el fin último de la democracia (de cualquier tipo) es “proveer las condiciones para el pleno y libre desarrollo de las capacidades humanas esenciales de todos los miembros de la sociedad”
Relación entre Ciudadanía y Democracia
La democracia presupone y exige la existencia de la ciudadanía y, por lo tanto, estos conceptos están íntimamente relacionados. Los ciudadanos son quienes hacen posible la estabilidad y desarrollo de las democracias, como señala Gladys Villaroel (Villarroel y otros, 2011), una de las investigadoras más conocidas por estudiar el tema en nuestro país, y de quien tomamos la siguiente definición de ciudadanía: …una identidad cívica compartida, de alcance universal, que une a los miembros de una comunidad política con independencia de sus afiliaciones y por encima de sus diferencias, estableciendo el acceso a derechos (políticos, civiles y sociales) y responsabilidades respecto los deberes derivados de tal identidad. Los miembros de esa comunidad promueven el bienestar común y son considerados participantes activos en las instituciones políticas de la sociedad. (Villarroel y otros, 2011, p. 6) En tal sentido, el ciudadano es tal, en cuanto posee la posibilidad real de participar en el ejercicio del poder. Parafraseando a Finley: ciudadanía es el arte de alcanzar decisiones mediante discusión pública y de obedecerlas como condición para la existencia civilizada (citado por Villarroel, 2009), implica pues, tanto el gobernar como el ser gobernado, derechos y obligaciones.
Actualmente, la democracia es ampliamente aceptada como mejor forma política de organización y las críticas se enfilan, más bien, hacia el concepto de ciudadanía que incorporan los distintos modelos políticos democráticos que encontramos en la realidad. Estos parecen no estar a la altura de las expectativas de los ciudadanos de nuestros tiempos. (Benéitez, 2004) Ciudadano es pues “el miembro de una comunidad política, que disfruta de un status de iguales derechos y deberes, y decide en los diferentes espacios públicos informales y formales las condiciones de la convivencia social” (Benéitez, 2007).
…[la ciudadanía es] una identidad cívica compartida, de alcance universal, que une a los miembros de una comunidad política con independencia de sus afiliaciones y por encima de sus diferencias, estableciendo el acceso a derechos (políticos, civiles y sociales) y responsabilidades respecto los deberes derivados de tal identidad. Los miembros de esa comunidad promueven el bienestar común y son considerados participantes activos en las instituciones políticas de la sociedad.
Por otro lado, las creencias sobre lo que es ‘ser un buen ciudadano’ son la cristalización de la cultura política de un país, pues definen el rol que los ciudadanos piensan se espera de ellos y sus expectativas sobre el gobierno y el sistema político (Dalton citado por Villarroel y otros, 2011, p.4).
Mención aparte amerita el elemento de la participación. La participación incrementa el potencial democrático de una nación. Cabe destacar que participación y representación no son contrarios, sino más bien elementos complementarios, puesto que es imposible que todos participemos directamente en todas las decisiones en nuestras sociedades modernas actuales. En tal sentido, más que plantear que el ciudadano esté participando siempre, se trata de un ciudadano potencialmente activo: que sabe que puede hacerlo de ser necesario. Tener una cultura política participativa no quiere decir que se tenga una participación elevada sino simplemente que se considera que se puede influir en las decisiones, aunque se decida no hacerlo (Perschad, s.f.).
...el ciudadano es tal, en cuanto posee la posibilidad real de participar en el ejercicio del poder... La participación incrementa el potencial democrático de una nación...
Referencias:
- Benéitez, M. (18 al 20 de septiembre de 2007). La construcción de conceptos y modelos en las ciencias políticas: el ejemplo de la ciudadanía. Obtenido de VIII Congreso Español de Ciencia Política y de la Administración: http://www.aecpa.es/uploads/files/congresos/congreso_08/area1/GT-3/BENEITEZMARIA.pdf
- Benéitez, M. (mayo de 2004). La ciudadanía en la teoría política contemporánea: modelos propuestos y su debate. (Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid). Recuperado de http://biblioteca.ucm.es/tesis/cps/ucm-t27700.pdf
- Bobbio, N., Matteucci, N. y Pasquino, G. (1991). Diccionario de Política. México D.F.: Siglo Veintiuno Editores.
- Dahl, R. (diciembre de 2004). La Democracia. Post Data 10, 11-55. Recuperado de http://sociologiapolitica.sociales.uba.ar/files/2013/09/Dahl-POstdata.pdf
- Peschard, J. (s.f.). La cultura política democrática, Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, IFE. Recuperado de http://www.ife.org.mx/documentos/DECEYEC/la_cultura_politica_democratica.htm
- Villarroel, G. (octubre de 2009). Perspectivas sobre la ciudadanía. Extramuros, 12(31). Recuperado de http://www2.scielo.org.ve/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1316- 74802009000200002&lng=es&nrm=igoog_61835705
- Villarroel, G., Cedeño, S., Ledezma, N., Oropeza, L. y D'Aubeterre, M. (2011). La ciudadanía en Venezuela: creencias, comportamientos y valores. Politeia, 34(47), 1- 31.
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