La Venezuela por venir (Opinión)


Foto Enrico Hänel




Por

Celestino Aponte 


Venezuela está obligada a transitar un camino que la conduzca a lograr tres grandes propósitos. 

La construcción de ese camino, recorrerlo y franquear las barreras que eventualmente puedan surgir exige la participación de todos los venezolanos, incluidos los más de siete millones que forman parte de la diáspora. Motivo por el cual me atrevo a presentar este modestísimo aporte.

Se trata de construir una ruta hacia tres objetivos necesarios para ganar en el futuro inmediato y mediato, so pena de sufrir un naufragio como país. Ruta, seguramente, abrupta y cargada de obstáculos pero necesaria andar y con premura. A saber:

La construcción de ese camino, recorrerlo y franquear las barreras que eventualmente puedan surgir exige la participación de todos los venezolanos, incluidos los más de siete millones que forman parte de la diáspora.

Primero, lo primero

El primero de ellos, tal vez el prioritario, sea el establecimiento de un sistema político democrático que sustituya al actual régimen antidemocrático, autoritario, habitualmente violador de los derechos humanos, sociales, civiles, económicos y políticos de la población. Amén, de caracterizarse por su ilegal origen y por un desempeño al margen del Estado de Derecho.

Construir -agrego- un sistema político que supere y aventaje a la experiencia democrática del período 1958/2000, exitoso y positivo, pero portador de feos lunares: clientelismo y corrupción, entre otros.

Se trata de delinear en el plano conceptual un proyecto democrático con perfiles claros, producto de un debate nacional que abandone la retórica insulsa que caracteriza al debate político venezolano; de contenido, modalidad y alcance consustanciado con el modo de ser y pensar venezolano; y, al mismo tiempo, que se sustente en la experiencia empírica latinoamericana y de países con tradición democrática exitosa en otras latitudes.

El gobierno de transición democrática que ha de instaurarse el 2025 debe conducir el proceso concreto hacia este objetivo. Un proceso que debe ser, simultáneamente, de ruptura con la oprobiosa actualidad y de un amplio consenso nacional e incluyente. Lo cual demanda de un jefe de Estado no sólo portador o portadora de una sólida formación política, sino persona de carácter y reciedumbre y no un pusilánime, además de exhibir la flexibilidad y capacidad necesaria para construir consensos. Un estadista y no un politiquero, una personalidad madura y no un ególatra con vocación caudillista.

Prosperidad social y económica

Un propósito fundamentalismo de la Venezuela por venir es sacar a su población de la pobreza y la miseria; erradicar la desnutrición que afecta a niños, adolescentes y personas de la tercera edad; generar empleos decentes y suficientemente remunerados; dotarse de un sistema de salud pública eficiente, con una Atención Primaria de Salud óptima y una infraestructura hospitalaria de primera, bien dotada y con profesionales calificados egresados de universidades de verdad y no en esa estafa chavista que gradúa médicos en en serie y a corto plazo; un país que impulse e implante una verdadera revolución educativa, garantizando una una formación básica de calidad y una formación profesional de excelencia.

Mas allá de las palabras y de los buenos deseos, se trata de edificar una política general de desarrollo humano y armar una gerencia pública para el desarrollo social en medio de la bancarrota económicas y financieras que padece la Venezuela de nuestros días, gracias a la corrupción generalizada del desgobierno del señor Nicolás Maduro. Tareas nada fáciles y que deben imponerse por sobre la matriz de opinión y la falsa creencia que menosprecia el desarrollo humano y la justicia social y, en el mejor de los casos, lo condicionan a lograr primero estabilidad económica y un superávit en las finanzas públicas.

Es obvio que Venezuela está muy rezagada en cuanto a los objetivos para el desarrollo sostenible para el 2030 que aprobó la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre del 2015; como evidente es que estamos de espaldas a las rápidas transformaciones energéticas que registra el mundo desarrollado y que, sin duda, impactarán negativamente a un país petrolero como es nuestro caso.

Por supuesto que la prosperidad social está íntimamente relacionada con la prosperidad económica. De ahí que es un objetivo de primer orden salir del crónico cuadro recesivo que caracteriza a la economía nacional, dejar atrás la no menos crónica y prolongada inflación (inflación acumulada durante el mandato de Maduro por el orden 5.359.648.490.355 %, según el economista Jesús Cacique citando al BCV); recuperar la industria petrolera y las industrias básicas de Guayana; promover el desarrollo local, el turismo y la agroindustria. Más aún, sustituir al fracasado modelo económico chavista por uno realmente viable y materia de discusión. Los candidatos presidenciales que concurren a la Elección Primaria del 22 de octubre y sus asesores en el área le deben al país sus propuestas concretas para tan especial asunto. En todo caso, lo fundamental es la estrategia y las políticas a seguir, el o los equipos que han de asumir tan alta responsabilidad cual es sacar al país de la miseria y conducirlo a la prosperidad.

...sustituir al fracasado modelo económico chavista por uno realmente viable y materia de discusión...

Seguridad para todos

Un tercer objetivo a conquistar para salir de la miseria y la crisis sistémica en la cual está atascada el país es la seguridad. Una seguridad integral que abarca desde lo privado (protección efectiva contra robos, hurtos, extorsiones, violaciones, homicidios y secuestros), pasando por la seguridad industrial en los centros de trabajo hasta la seguridad social y la seguridad jurídica. En todos éstos ámbitos los venezolanos estamos en estado de indefensión ya sea por la acción incontrolada del hampa común, la presencia abrumadora del crimen organizado y grupos irregulares en los estados fronterizos, la actividad criminal de los cuerpos represivos del gobierno de facto (todas las policías están infiltradas por el hampa) y, peor aún, una "administración de justicia" corrupta en todos los niveles del Poder Judicial. Tan grave es la situación que respetables opinadores aseguran que el Estado venezolano es, sin lugar a dudas, un Estado forajido o granuja.

Además, la política laboral del régimen que "echó por la borda" la seguridad social conquistada por los trabajadores y establecidas en el ordenamiento legal vigente deja a los trabajadores y sus familias en una situación de abandono y condiciones de trabajo rayanas en el esclavismo.

Afrontar esta cruel realidad impone el diseño y ejecución de políticas realistas, científicamente organizadas y dirigidas, el acompañamiento y asesoría técnica de las más calificadas policías del planeta, limpieza total del putrefacto poder judicial, una política penitenciaria que comience por garantizar una vida digna a los privados de libertad y expulse a las mafias de civiles y militares que han hecho de las cárceles un negocio.

Cambio político y elección primaria

Todos estos propósitos e ideas serán letra muerta si no se produce en el 2024 un cambio político. Vale decir, ganar las elecciones presidenciales para que un demócrata dirija al gobierno constitucional y coordine el funcionamiento del Estado. Un Estado descentralizado, de Derecho y de Justicia; fuerte y respetuoso de los derechos ciudadanos y las libertades democráticas.

La Elección Primaria del 22 de octubre de este año para elegir un candidato unitario de los sectores democráticos, ampliamente mayoritarios, en tanto que mecanismo democrático por excelencia, es la estrategia clave para el éxito electoral del 2024 y para una victoria política. De ahí que el régimen de Maduro y sus socios han desplegado todo un arsenal de prácticas y narrativas antidemocráticas para sabotearlas. Su naturaleza autoritaria y dictatorial les impulsa incontroladamente al boicot de cualquiera práctica ciudadana de carácter democrática.

Los partidos políticos agrupados en la Plataforma Unitaria Democrática y otros que han entendido tardíamente el valor de la estrategia electoral, la sociedad civil y la ciudadanía en general deben consensuar un plan unitario para la defensa de la Elección Primaria y la voluntad soberana del pueblo expresada el 22 de octubre.

Todos estos propósitos e ideas serán letra muerta si no se produce en el 2024 un cambio político. Vale decir, ganar las elecciones presidenciales para que un demócrata dirija al gobierno constitucional y coordine el funcionamiento del Estado. Un Estado descentralizado, de Derecho y de Justicia; fuerte y respetuoso de los derechos ciudadanos y las libertades democráticas.

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