Las elecciones españolas y las venezolanas (Opinión)




Por 

Dr. José María Fernández (Chema)




Ayer voté en las elecciones generales para elegir el candidato que presidirá España en los próximos años. Pero mi voto no fue ni por Feijoo, ni por Sánchez, ni por Abascal, ni por Yolanda Díaz, sino por cinco diputados de un partido político de la comunidad autónoma de Cantabria que, sumados a los ganadores de las otras comunidades, conformarán el nuevo parlamento nacional de 350 miembros que, en definitiva, elegirán por mayoría absoluta al que ocupe el cargo de presidente. Es decir que el ganador deberá contar con 176 votos a su favor.

Significa eso que el sistema de gobierno de España es parlamentarista y es la cámara de diputados la que aprueba las leyes, los presupuestos de la nación, las grandes políticas por lo que el Presidente necesita tener mayoría absoluta para gobernar. Si el proceso electoral hubiera sido presidencialista, como Venezuela, el candidato Feijoo sería el próximo presidente por haber conseguido su mayoría de votos. Pero el partido popular lo va a tener muy difícil para dirigir el ejecutivo, ya que consiguió 136 votos que sumados a los 33 de Vox y 01 de Unión del pueblo navarro y uno de Coalición Canaria alcanzaría 171 escaños: insuficientes para ser elegido presidente; a no ser que en una segunda vuelta algunos partidos se abstuvieran, lo cual luce casi imposible.

Si el proceso electoral hubiera sido presidencialista, como Venezuela, el candidato Feijoo sería el próximo presidente por haber conseguido su mayoría de votos.

Pero también el actual presidente Pedro Sánchez lo va a tener difícil para continuar gobernando pues, para alcanzar la mayoría absoluta, necesita los votos no solo de Sumar sino de los partidos independentistas vascos y catalanes y en particular los de Junts que exigen para apoyarlo un referéndum de autodeterminación de Cataluña que no está contemplado en la Constitución española. Algunos analistas hablan ya de que habrá que repetir las elecciones.

Pero en este artículo me quiero referir más al proceso eleccionario español en sí. La campaña electoral en España es corta. Son 15 días. Se ven algunas afiches de los candidatos en las calles, pero nada de paredes pintadas. No hay caminatas ni grandes mítines, ni autobuses pagados, sino algunos eventos en algún auditorio o en una plaza. Sí hay anuncios y debates por TV. Pocos partidos colocan un toldo en algunas plazas para motivar el electorado. Pero prácticamente la campaña electoral no incide en la actividad de las ciudades.

Días antes de la fecha de la votación le llega a cada elector una carta por correo indicándole el centro y la mesa donde tiene que votar. En España, el empadronamiento y el correo son instituciones esenciales para la administración pública. También se puede votar por correo por si un elector no se encuentra en su domicilio el día de las elecciones ya sea por trabajo o por vacaciones.

El día de la elección uno acude al centro que le corresponde que suele ser un colegio o escuela. En España había 22000 centros electorales y 60000 mesas de votación. En la calle no hay cola, ni guardias, ni policías. Sí hay representantes de los partidos identificados con una etiqueta que te orientan en la mesa que vas a votar. Nada de propaganda. En la sala que me tocó votar había varias mesas electorales. En cada mesa había tres personas. No había testigos. Votar es facilísimo para todo el mundo. En el salón hay una mesa con las papeletas de color blanco (una por cada partido) donde están escritos los nombres de los diputados. Los candidatos a senador de todos los partidos están escritos en una sola hoja, debidamente separados y el elector puede marcar con un bolígrafo tres. Hay un reservado con cortinas para el que quiera lo pueda utilizar. Se introduce la papeleta de diputados seleccionada en un sobre blanco y la de senadores en un sobre marrón. Con los dos sobres, acude a la mesa que le corresponde, entrega el DNI, verifican el nombre en una lista, e introduce el sobre blanco en una urna y el marrón en otra. Le devuelven el DNI y listo. No hay ni huellas dactilares, ni tinta para marcar el dedo.

En la calle no hay cola, ni guardias, ni policías... Votar es facilísimo para todo el mundo... No hay ni huellas dactilares, ni tinta para marcar el dedo...

A las 8 de la noche se cierra el proceso de votación. Desconozco el proceso de escrutinio de cada mesa pero imagino que cuentan los votos, llenan un acta y la transmiten vía electrónica al centro de datos que va cargando el sistema.

El hecho es que a partir de ese momento cada ciudadano puede ver por TV cómo van sumando los votos desde el 0% hasta el 100% y cómo va variando el número de diputados a medida que cargan datos. No se necesita ni rueda de prensa ni salida al balcón para anunciar los ganadores de la elección. El ciudadano común ve los números al mismo tiempo que el presidente. De esta forma es imposible manipular los resultados.

Uno de los procedimientos más perversos del proceso venezolano es que el CNE (y quién sabe qué otro organismo del régimen) son los que controlan el proceso de acumulación de datos, conocen antes que nadie las tendencias y pueden influir por diferentes medios para modificar los resultados según su conveniencia. Amplían el horario de votación y ocultan el escrutinio hasta que el resultado sea irreversible o destruyen actas y las sustituyen por otras como ocurrió en las elecciones a gobernador en el Estado Bolívar en 2017. De esa forma pueden dar ganador a alguien que fue perdedor y difícilmente hay forma de demostrarlo.

Por eso en Venezuela los ciudadanos siempre tienen la sospecha de que hubo fraude en las elecciones.

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