Por Celestino Aponte
“La educación es lo más parecido a los paisajes. Cada país tiene su sistema, que se ha ido formando a lo largo de muchos años y que tiene sus particularidades". Alfredo Pérez Rubalcaba
La educación entendida como un
proceso social tendiente a reproducir, mantener
y renovar la cultura de una sociedad determinada está en franco y claro colapso en Venezuela. Proceso éste, por cierto, que implica la producción de
conocimientos que imperativamente deben ser cada día más diversificados y
especializados. Específicamente, el
proceso de aprendizaje en la escuela básica venezolana acusa un deterioro de su
calidad, realmente alarmante; situación que amenaza el presente y el futuro desarrollo
psicomotor, cognitivo y espiritual de los niños, adolescentes y jóvenes venezolanos.
Más aún, amenaza con disminuir la calidad futura del capital humano y la
competitividad del aparato productivo del país, ya sensiblemente golpeado por
la migración de más de 7 millones de ciudadanos, entre ellos calificados
profesionales de todas las áreas del quehacer productivo y del saber.
...el proceso de aprendizaje en la escuela básica venezolana acusa un deterioro de su calidad, realmente alarmante; situación que amenaza el presente y el futuro desarrollo psicomotor, cognitivo y espiritual de los niños, adolescentes y jóvenes...
La anterior afirmación no es
gratuita; y si bien es cierto que no disponemos de una data producto de una
investigación rigurosa y que el Estado venezolano hace mucho tiempo que no
publica estadísticas y las pocas que publica no son confiables, la experiencia empírica
de nuestra larga pasantía por las aulas nos permite aseverarlas.
Es una perogrullada decir que el proceso de aprendizaje escolar exige de unos facilitadores o conductores (docentes) a tiempo completo, capacitados y entrenados para tan elevada responsabilidad, con condiciones materiales de vida (ingresos y acceso a bienes culturales y tecnológicos) indispensables para la actualización profesional y el crecimiento intelectual y humano. Pero los paupérrimos salarios que devengan los maestros apenas alcanza para una sobrevivencia penosa.
A este hecho se suma la “genial" idea del gobierno de facto de suplir a profesionales de la docencia por jóvenes bachilleres y por milicianos (versión educativa de la ruta de las empanadas y de los gallineros verticales).
Otra variable en franco retroceso,
visible a la vista de todos, es la infraestructura escolar y los recursos
didácticos. Edificaciones en ruina, sin servicios básicos, sin el mobiliario
mínimo, sin laboratorios, bibliotecas, y recursos didácticos elementales forman
un entorno nada estimulante para la actividad de pensar, reflexionar y aprender
ni brindan la motivación que educandos y educadores requieren para tal
propósito. Obviamente, la desidia oficial, la insensibilidad de la burocracia
gubernamental y la manifiesta incapacidad gerencial del alto gobierno son causas que explican esta situación.
Hay factores exógenos a la escuela
que juegan un rol determinante en la crisis educativa y que merecen especial
atención. La creciente pobreza y su impacto en niños y adolescentes (elevados niveles
de desnutrición) y una desigualdad social grotesca, de todo lo cual da cuenta la encuesta ENCOVI que
periódicamente realiza la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) es, sin duda,
una dramática realidad que afecta al
rendimiento escolar y al desarrollo integral de los estudiantes. Este factor
trastoca en su esencia al proceso educativo y requiere de respuestas que van
más allá de las fronteras del sistema escolar, ante el cual el gobierno
nacional parece no tener respuestas y sí un arsenal de excusas y justificaciones.
Edificaciones en ruina, sin servicios básicos, sin el mobiliario mínimo, sin laboratorios, bibliotecas, y recursos didácticos elementales forman un entorno nada estimulante para la actividad de pensar, reflexionar y aprender ni brindan la motivación que educandos y educadores requieren para tal propósito.
Otro factor relevante y proveniente del entorno social es la tendencia creciente a la pérdida de valores políticos, familiares y personales que aqueja a la sociedad en su conjunto. Un proceso de anomia que ha tomado cuerpo en todos los estratos sociales y en instituciones como la familia y el Estado. Con efectos e impactos dramáticos como la corrupción y la criminalidad que conforman un cuadro propiciador de conductas desviadas, que deforman la formación de la personalidad, si cabe el término, de individuos y el comportamiento de grupos generando elevados niveles de violencia.
Fenómeno que las autoridades educativas parecen ignorar y tanto el Estado como la sociedad asumen, ante su presencia, una actitud de indiferencia.
Abordar esta variable implica, entre otros lineamientos posibles, desarrollar estrategias metodológicas para la formación en valores; tal vez proceda un acuerdo entre el Ministerio de Educación y las escuelas de Educación y Psicología de las universidades autónomas para desarrollar una línea de investigación orientada al diseño de formas y técnicas de enseñanza en valores; y una acción concertada entre el mencionado ministerio y los medios de comunicación social radioeléctricos destinada a combatir la subcultura del delito y la violencia.
En fin, la educación en Venezuela es un problema de alta monta, con especificidades, cuya solución paulatina demanda no sólo de recursos presupuestarios sino, sobremanera, de un proyecto educativo estratégico en sintonía con un proyecto país democrático surgido de un amplio consenso nacional, distinto del modelo antidemocrático imperante. Un modelo político, social y económico que tenga como núcleo duro la justicia social y la equidad.
Muy bueno tu artículo y tus reflexiones sobre el colapso educativo en Venezuela y sus terribles consecuencias.
ResponderEliminarDebemos encontrar el modo de impendir el colapso de la educación.
EliminarExcelente reflexión sobre el deterioro de nuestro sistema educativo.
ResponderEliminarOjalá podamos detener ese deterioro antes de que termine esta década.
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