Capital social, asociativismo y desarrollo (Opinión)


Foto de Ingo Joseph en Pexels


Por Dr. José María Fernández A. (Chema)


A lo largo de todo el siglo XX, el tema más estudiado por economistas, sociólogos, políticos y organismos internacionales fue el del desarrollo de los países y sus causas. En los años 50, Solow y Denison determinaron, mediante estudios econométricos, que el crecimiento está en función del capital, el trabajo y la tecnología. En 1960 Theodore Schultz acuña el concepto de Capital humano y afirma que la Educación no es un gasto sino una inversión que impulsa el crecimiento económico. En los años 90 surgió otra variable sobre un nuevo factor de crecimiento, esta vez desde la perspectiva de la Cooperación: el Capital Social. Según Bernardo Klinsberg (2001) esta teoría se ha ido imponiendo, debido a los contundentes argumentos esgrimidos por sus descubridores. Este nuevo concepto está en pleno desarrollo, no totalmente definido en cuanto a sus elementos, mediciones y consecuencias. Incluso tiene sus detractores con argumentos convincentes.

Durston (2002) establece que el “capital social es el contenido de ciertas relaciones sociales: las que combinan actitudes de confianza con conductas de reciprocidad y cooperación, que proporciona mayores beneficios para aquellos que lo poseen” (p. 15).

Este autor prefiere dejar los conceptos más abstractos como normas, cultura e identidad para procesar conceptos más conductuales y medibles como confianza, reciprocidad y cooperación.

Para Klinsberg (2001) el Capital Social cubre cuatro áreas:

La primera es el clima de confianza existente en una sociedad. Son las expectativas de confiabilidad de unas personas con respecto a otras. Es la cultura de la confianza en la palabra dada. Si no hay confianza la gente toma previsiones, se hacen más onerosas las negociaciones, se elaboran contratos y reglamentos más exigentes. Si la desconfianza es tal que se duda del respeto a la propiedad de cada uno, a su seguridad personal se realizarán gastos adicionales para proteger los bienes personales. También se refiere a la confianza en las instituciones públicas, en las normas y las leyes. Si éstas son cambiadas permanentemente o interpretadas de forma caprichosa ahuyentarán nuevas inversiones o negocios.
Para los economistas es muy importante el clima de confianza a la hora de elegir hacer inversiones, de tal forma que existen mediciones de riesgo país y uno de los indicadores es la confianza en las instituciones y las leyes.

La segunda área de capital social es la asociatividad, entendida como la capacidad de las organizaciones para cooperar en proyectos comunes y fortalecer las sinergias entre ellas. Esta asociatividad puede manifestarse tanto a nivel de vecinos como de pequeñas comunidades, comarcas, regiones, proyectos comunes entre empresas, alianzas entre clientes y proveedores.

El grado de asociatividad se expresa en una sociedad por la intensidad del tejido social que se crea entre sus miembros. Cuantos más miembros participan en asociaciones, la cantidad de organizaciones civiles, las actividades sociales, religiosas, deportivas, la identidad con un lugar, hacen que una ciudad, una comarca o región sea más exitosa que otra.

El tercer aspecto del capital social es la conciencia cívica. Este aspecto representa la responsabilidad del individuo con la sociedad en que vive por preservar y mantener lo comunitario: preocupación por los aspectos ambientales de su entorno, cumplimiento de las normas ciudadanas, pago de todo tipo de servicios públicos e impuestos, respeto a los derechos del otro.

El cuarto aspecto tiene que ver con la ética: La ética tiene que ver con valores. Éstos son un activo fundamental en las sociedades porque en los momentos de crisis los principios son los que impulsan las decisiones importantes en función del desarrollo nacional, el crecimiento compartido, la justicia social, el juego limpio, la transparencia en el manejo de las cuentas públicas y privadas.

Klinsberg (2001) expone algunos estudios que correlacionan de manera positiva las variables de confianza y cooperación con crecimiento económico a mediano y largo plazo; o el grado de asociatividad y rendimiento económico en hogares pobres se percibe que tienen mayor progreso que los no asociados; correlaciones significativas entre asociatividad y eficiencia judicial, ausencia de corrupción; o la influencia del capital social en el rendimiento educativo de los niños.

El Capital Social se puede acumular y expandir, así como el Capital Humano, por medio de la Educación. Pero no es tan fácil promover los valores de confianza, reciprocidad, cooperación en ambientes donde las violaciones a las normas quedan impunes, donde no funcionan las instituciones, donde existe anomia social.
Además un conjunto de contravalores sociales conspiran contra la confianza y la cooperación como el buscar acomodo para sí y la familia antes que para la sociedad cuando se está en una función pública, el aprovecharse de situaciones porque se percibe que la ley no se va aplicar, el no pagar impuestos, falsear los medidores eléctricos, apropiarse de bienes públicos o privados si no están protegidos.

A diferencia del Capital Humano convencional, que entraña la transmisión de ciertas aptitudes y conocimientos específicos, el Capital Social exige inculcar normas y valores compartidos. Esto suele conseguirse mediante el hábito, la experiencia compartida y el ejemplo de liderazgo. Por lo tanto, tenemos que estudiar detenidamente una agenda más amplia de cambio cultural, que debe abordarse mediante la educación, la capacitación y el refuerzo de las normas.

Es tal el abanico de características que se atribuyen al Capital Social que es necesaria alguna clasificación. Flores y Rello (2001 c.p. Durston 2002) distinguen cuatro tipos:

  1. Capital Social Individual: Es visto como la capacidad de obtener ventajas y beneficios a partir de una red de relaciones.
  2. Capital Social Empresarial: El conjunto de recursos movilizados mediante una red de relaciones, asociaciones que hacen a la empresa competitiva.
  3. Capital Social Comunitario: Capacidad de actuar como colectivo en función de metas beneficiosas para la comunidad.
  4. Capital Social Público: Aquel conformado por las redes de relaciones con agentes económicos y sociales para hacer más eficaz su tarea.
Atria (2003) por su parte distingue dos dimensiones básicas del capital social:

  1. La capacidad específica de movilización de determinados recursos por parte de un grupo. Esta dimensión se relaciona con el liderazgo y el empoderamiento entendido éste, como el proceso de transformación de los sectores excluidos en actores y la nivelación hacia arriba de los actores débiles.
  2. Disponibilidad de redes de relaciones sociales. Esto involucra niveles de asociatividad y de formación de redes con capacidad para movilizar productivamente y en beneficio del conjunto los recursos existentes.
Aumentar el clima de confianza en una comunidad, establecer nexos de asociatividad y redes, aumentar las conductas cooperativistas supone cambiar paradigmas; eso sólo lo pueden lograr las propias comunidades por sí mismas cuando sientan que tienen que participar y colaborar para resolver los problemas comunes.

 Los Organismos del Estado deben generar confianza en sus instituciones de forma que los ciudadanos sientan que no existe manipulación en sus intenciones, que se trata a todos por igual, que se premia el esfuerzo, la cooperación y no el interés particular de algunos, que se actúa con transparencia y honestidad.


Capital Social Vs. Populismo

El enemigo número uno de los programas de formación de Capital Social es el Populismo y el Clientelismo. Muchos programas del Estado de ayuda a los pobres, incluso planes de formación de capital social como formación de cooperativas por decreto, de núcleos de desarrollo endógeno generan más dependencia de la que existía.

El populismo no es exclusivo de las naciones latinoamericanas. Se expandió con fuerza en los regímenes fascistas europeos y aparecen muchas prácticas populistas en las democracias norteamericanas y europeas.

En América Latina existe una cultura clientelar alimentada por agentes políticos que controlan la información y el acceso a beneficios del Estado, lo cual conduce a una dependencia de afiliación del ciudadano a una red de corrupción e impunidad de quienes son cadena de distribución de los bienes del Estado. Como dice Atria (2003), el clientelismo y el populismo son el aliciente más fuerte para la perpetuación de la pobreza.

Asimismo Atria (2003) distingue cinco tipos de Capital Social en la relación entre el Estado y las Comunidades:

  1. Clientelismo Autoritario Represivo: Reprime con violencia toda forma de organización popular que no esté supeditada a los intereses del poder.
  2. Clientelismo Pasivo: Paternalista, tecnocrático, burocrático y partidista. Transforma el capital social en receptividad pasiva y en más dependencia. Las ayudas otorgadas a la población más necesitada como una especie de dádiva generan una pasividad y dependencia total del pueblo que espera que el Gobierno que le ha prometido los bienes que le faltan, le cumpla, lo cual le inhabilita para hacer esfuerzos personales para lograr las cosas por su empeño y trabajo. Para Augusto Franco (2006), el clientelismo no sólo no crea capital social sino que lo aniquila. Con una política paternalista el Estado privatiza para sí los espacios públicos propios de las comunidades.
  3. Semiclientelismo: Organismo incubador y capacitador: Fomenta la organización autónoma. Protege la organización en el plano político, social y económico.
  4. Organismo Empoderador y Apoyador: Sigue desarrollando sistemas de autogestión de organizaciones ya constituidas, que funcionan con cierta autonomía pero a las que hay que ayudar para fortalecerlas y extender su radio de acción. En todos los países existen múltiples organizaciones que cumplen labores de subsidiariedad en la prestación de servicios que el Estado no cubre. Los Gobiernos si quieren aumentar el capital social de las comunidades pueden hacerlo a través de las organizaciones autogestionarias con reconocimiento, apoyos institucionales y financieros.
  5. Sinergia: Coproducción entre el Estado y las Organizaciones civiles, gremiales: Las Organizaciones tienen sus propias estrategias, y acuerdan beneficios mutuos con el Estado que vayan en función del bienestar del grupo de influencia y de la comunidad.

En esta tipología aparecen desde las formas más negativas de producción de Capital Social hasta las más positivas. Se trata entonces de promover las formas de acumulación de capital social que se enmarquen dentro de por lo menos la tipología tres hasta la cinco.

¿Hasta dónde llega el control del Estado y cuál debe ser el nivel de libertad personal y autonomía de las organizaciones sociales? Entre el anarquismo que promueve la eliminación del Estado hasta el totalitarismo de derecha o izquierda que elimina toda organización no sujeta al control del mismo, se mueve el sistema democrático. Se entiende que en un sistema democrático, el Estado y sus instituciones son estructuras que deben promover y desarrollar el bien común sin invadir los espacios de la sociedad civil sino más bien propiciando su desarrollo; sin penetrar las organizaciones que la sociedad ha creado para diversos fines.

En una democracia sin tentación totalitaria, a nadie se le ocurre que el Estado incida en las decisiones de federaciones deportivas, religiosas, culturales, humanitarias o defensoras de los derechos humanos, creadas para atender casos específicos como la formación de organizaciones no gubernamentales.

La sociedad democrática crea los partidos con fines electorales para legitimar permanentemente al Estado y sus representantes. Hay una línea divisoria entre Estado y sociedad y cada una se rige por leyes de tal forma que la segunda delega determinadas funciones al primero y lo controla mediante las instituciones parlamentarias y electorales entre otras. Y el Estado tiene entre sus funciones la de regular y tener equilibrio en las relaciones sociales, principalmente mediante la creación de las leyes y la resolución de los conflictos a través del poder judicial.

Comentarios

  1. Es por ello que debemos organizarnos, articularnos y participar para aumentar nuestro capital social. Así estaremos luchando contra la dinámica impuesta por el régimen, al mismo tiempo que aumentamos nuestras capacidades y posibilidades de reconstrucción como sociedad libre y democrática.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario